La ley que mantiene en vilo a todos los jugadores de Estados Unidos

La administración Trump ha sacado adelante la controvertida reforma fiscal incluída en los nuevos presupuestos del país, desglosaos en la llamada Big Beautiful Bill.

Dejando a un lado qué clase de gestor le pone ese nombre a una ley, lo preocupante era el espíritu de la misma: una rebaja fiscal a los que más tienen, que debía tener ciertos contrapesos para no desequilibrar los presupuestos. Es decir, lo que preocupaba era saber quién iba a pagar los platos rotos por la concesiones de Trump a las clases altas del país.

El texto legal contiene un buen número de disposiciones, pero la que ha hecho saltar las alarmas en la industria del juego es una en particular, la que dice que, a partir del próximo ejercicio fiscal, los ciudadanos estadounidenses solo podrán deducir el 90 % de las pérdidas derivadas el juego en su declaración.

Esto se traduce en que, donde antes solo se pagaban impuestos sobre las ganancias del juego, porque las pérdidas se deducían, ahora los jugadores pueden ver el resultado de su declaración de la renta aumentada por ingresos que, literalmente, no existen. Juegas 100 $ y ganas 100 $, pero tu balance no se compensa, porque solo puedes deducir 90 $ en gastos y te toca pagar impuestos por 10$ qyue nunca llegaron a tu cuenta.

Esto es un gran obstáculo para los jugadores recreacionales, que tendrán que abonar un extra por disfrutar de las actividades de los casinos. Pero también para los profesionales, pues, como explica el asesor fiscal especializado en tributación del juego Ray Kondler en una entrevista que concedió a Pokernews, tendrán que hacerse cargo de otras tasas relacionadas con la Seguridad Social y Medicaid.

La esperanza que tienen los expertos en fiscalidad del juego es que la redacción de la disposición es bastante descuidada, y da lugar a ambigüedades, por lo que parece razonable que se acepte una revisión de la misma y que la corrección mejore las condiciones incluidas en el texto. Pero mientras no cambie…

Para los jugadores de póker, en particular, el incremento en impuestos puede resultar menos oneroso en comparación con otros jugadores, como los apostadores deportivos.Así lo explicaba Phil Galfond, para que lo entendieran todos sus seguidores.

Galfond empleó datos reales de miembros para calcular dos porcentajes, el del aumento de la presión fiscal y el del recorte en los ingresos anuales estimados para los jugadores.

Las malas noticias… El incremento impositivo es de una media de entre el 15% y el 20 %, con casos extraordinarios por encima del 100 %. Todo depende de lo que ganen o pierdan en las mesas. La no tan mala, la disminución de los ingresos tras impuestos se reduce a un porcentaje notablemente más bajo, aunque sigue habiendo casos sangrantes.

El mensaje definitivo que se colige de los datos es que si juegas mucho volumen, y el retorno de tu inversión es muy bajo -digamos el jugador medio de High Rollers-, vas apañado.

¿Y por qué decimos que los jugadores están en vilo, y no directamente desilusionados? Porque la política estadounidense funciona como funciona. Es evidente que la ley no es un error, el propio Donald Trump ha poseído casinos en Nueva Jersey, pero también es cierto que los donantes de las campañas de los políticos del país suelen tener mucho que decir en el sentido de sus votos. Incoherencias de un sistema que permite pagar para cambiar leyes, que es la misión de los llamados lobbys ,que proliferan en Washington.

La industria del juego siempre ha invertido mucho dinero en tener representantes bien colocados en la capital. Sheldon Adelson, en vida, era uno de los mayores benefactores de las campañas republicanas, en el estado y a nivel federal. Es probable que ya se estén moviendo hilos para trasladar la carga de los nuevos impuestos a otras industrias peor representadas a nivel social y político.

La oposición a Trump también cree que tiene vela en este entierro. Una representante demócrata en el estado de Nevada ya está preparando una normativa en contra de la disposición incluida en los presupuestos, la llamada Fair Bet Act. Por ahora, la mayoría republicana no ha aprobado ni una sola de las docenas de enmiendas solicitadas por los demócratas, pero la vía de legislar contra el presupuesto a nivel estatal está todavía por explorar.